Capítulo 7.- Berlin von Falkensteinstraße


"Sr. Kröter! Estoy por tierras nazistoides, y pienso que sería una pena no disfrutar de, al menos, una noche apoteósica en la intimidad de unas cerves de medio litro y unos hierbajos de la risa, si se tercia, for example. ¿Por qué no te vienes viernes o sábado? María y yo te esperamos con el frío entre los brazos. Di-nos, CHUSSS!!!"
Hace ya un tiempo recibí este mensaje en clave, viajó a través de los conductos de entrerred y llegó a mi caralibro ipso facto. Dicho y hecho, me embarqué en un mitfahrgelegencoche y tras conversaciones de trascendencia nula pero entretenidas con el mitfahrgelegenconductor, y tres horas de viaje por las autobahn llegué a la capital del Reino de la señora Merkel: Berlin.

Perro y Sans @ Alexanderplatz



La primera visita a Berlin fue fugaz, tras una noche de fiesta y viajes en tren. Aún así llegar a la Hauptbahnhof y ver esa enorme plaza desierta me dio una idea de lo que iba a ser la ciudad. Poco después me encontraba en la Puerta de Brandenburgo con una concentración festiva para celebrar el triunfo de Sebastian Vettel en el campeonato del mundo de F1, con RedBull quemando gomas a tope incluido. Reencuentros y bratwurst en Potsdamer Platz aparte, moría a cada paso que daba y no me quedó otra que emborracharme como un perro para sobrevivir y conocer la noche berlinesa. Craso error, caí al poco tiempo preso de mi alcoholismo, y los circuitos de mi memoria se borraron dejándome como un gorila borracho en un pub llamado Zapata; pidiendo un taxi para alcanzar un albergue al que no recuerdo llegar, pero que se encontraba a poco más de 300 metros.

Esta segunda visita, aunque breve fue más cercana a la ciudad y a los dos seres que en ese momento la poblaban: los autores del mensaje en clave, Perro y Sans.
Uno llega a la gran ciudad preguntándose muchas cosas. Aún recuerdo la primera vez que fui a Madrid desde mi pueblo: ¿cómo va a ser eso? y media hora después tenía un lago de luces amarillentas delante de mis ojos, que rodeaban todo lo que abarcaba mi vista. Impresiona, es la primera vez que te sientes realmente insignificante, pero a la vez atrapa; cuántos lugares nuevos que ver, cuántas esquinas que doblar, cuánta gente que ver pasar.
Ahora llegaba a Berlin desde una ciudad pequeña y me preguntaba algo parecido: ¿qué va a ser Berlin? Imaginaba anchas avenidas con restos de la guerra, imaginaba una ciudad aún dividida por la ideología y los muros. Es imposible pensar por primera vez en Berlin sin pensar en las columnas nazis desfilando por Unter den Linden ni en Kennedy ante el muro pronunciando su famosa frase "Ich bin ein Berliner!".
¿Qué es Berlin? Bueno, de entrada, es la capital más impredecible de Europa. Allá donde creas que una esquina se abrirá a una calle con bonitos edificios neoclásicos, habrá un callejón, y allá donde las vías del tranvía sugieran una calle empedrada, se abrirá una plaza.
Berlin es esa ciudad en la que los descampados se llaman parques y los parques se llaman jardines. Berlin es una ciudad en la que no existen los rascacielos, pero cuya torre de televisión de más de 300 metros sirve como epicentro para el perdido turista.

Fernsehturm
Ha sido el centro neurálgico de la más salvaje ideología del siglo XX, sometida y adornada con esvásticas por toda su geografía. Ha sido destruida por las bombas hasta los cimientos y reconstruida de la nada al poco tiempo. Ha sido después dividida, fragmentada en dos mitades por dos ideologías enfrentadas, siendo el ejemplo de la confrontación de los dos mundos; y ha sido reunificada y liberada por fin de batallas, resultando en una explosión de cultura y pensamiento libre.

Esto es lo que se ve desde Falckensteinstraße:
Berlin von der Falckensteinstraße, con casa con colorines y S-Bahn incluído

Es en Berlin donde una gran parte del suelo es aún un vacío entre edificios, una ciudad todavía en construcción, una ciudad que carece de unidad en su estilo y en su organización. 
Que nadie vaya a Berlin pensando que va a ir a Alemania. Berlin no es Alemania; Berlin es una contradicción. Es caos y tranquilidad; es desorden y amplitud; es desoladora y entrañable. 
No hay manera de visitar ni organizar Berlin al estilo de Paris, con una serie de distritos numerados en sentido horario desde el centro. Berlin no tiene centro. Es como si una explosión en el corazón de la ciudad hubiera mandado a cada punta del área urbana lo que uno tiene que visitar. No hay una referencia clara para el viajero como la Gran Vía en Madrid. Unter den Linden es sólo una avenida más. Pero la fragmentación de la ciudad hace que cada barrio tenga su atractivo diferencial.



Igual puedes cruzar el Spree por un puente de estilo soviético y aparecer en un mercado de artesanía que pasar por calles pintadas con graffiti y aparecer en un aeropuerto reconvertido en parque. Es Berlin una ciudad joven y de jóvenes. De todas las razas y colores. Una ciudad que obliga a crear. Una ciudad a la que parece que han agitado durante más de medio siglo para descorchar y sembrarlo todo de color, de arte urbano y de creatividad. Una explosión de libertad que la ha convertido probablemente en la ciudad más abierta del mundo.

Puente soviético sobre el río Spree



Rotes Rathaus (con verdaderas ratas) con la Fernsehturm de fondo

Paseamos por Kreuzberg, Friedrichshain, Schöneberg, Mitte... cada uno de su padre y de su madre, ciudades diferentes en un mismo puzzle. No hay nada más impresionante que atravesar las vallas de un aeropuerto que hasta hace pocos años seguía teniendo vuelos regulares, Tempelhof, y caminar por las pistas reutilizadas ahora para correr por ellas, para volar cometas o para lo que se le ocurra a cualquiera. Tal cual estaba, está. Llamado ahora Tempelhofpark, lo único que ha cambiado es el nombre. A un lado, la ciudad, y al otro, más ciudad, engullido por los edificios.

Tempelhof

Es posible visitar cervecerías en Berlin Este tal cual estaban antes de la caída del muro, con las sillas carcomidas por los años y batallas y paredes sembradas de recuerdos. Es un ambiente único. Y más si estás acompañado por un bosnio-alemán con historias que contar y dos seres como Perro y Sans.
Pasear por un "parque" es desolador. No hay árboles, sólo tibias sendas de grava entre las hierbas salvajes y construcciones aleatorias. Con una amplitud como no la tiene otra ciudad de Europa. 

Esto es un parque en Berlin

Las calles de Berlin huelen aún a pólvora, a Historia por cada rincón que pasas, es esa historia contemporánea que aún duele, no la Historia de un pasado imperial y voluptuoso. Es la Historia que nos ha hecho ser como somos hoy en día y de la que debemos aprender. Es una ciudad homenaje a la libertad y a la paz. Un monumento gigante contra la guerra.

Muchas más cosas se pueden encontrar en Berlin: una isla con la mayor concentración de museos de Europa; astronautas tan grandes como un edificio, iglesias a medio derruir, modernos centros como el Sony Center, edificios afilados como el que preside Potsdamerplatz o clásicos como el Bundestag. 
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Französisches Dom


Astronauta

Y qué mejor que acabar una visita a Berlin que con una conferencia de Garzón en un teatro hecho de madera, con una concentración de independentistas vascos a las puertas...

Visiten Berlin! Yo ya espero la siguiente!