Season Finale.- Saltar del tren

Por casualidad, o porque los amigos de blogger no paran de acribillarme cada vez que abro la página principal, me he visto otra vez dentro de este sitio delante de una pantalla blanca de creación de entradas. Ya que estaba he releído la última y no quería que este... diario no, cuaderno de notas tampoco... que este experimento fallido acabase así. He visto entonces alinearse los planetas; conmigo y de espaldas a mi pereza, y quizá también poniéndome una mano sobre los ojos y escribiendo con la otra por no querer mirar mucho tiempo qué había aquí dentro; dentro de esta caja que dejé abierta porque no tiene tapa y no se puede cerrar. Estaba en un rincón, debajo de la cama, escondida pero segura. Era como una de esas cosas que no puedes ni quieres tirar, pero que tampoco puedes tener muy a la vista...  me voy por las ramas.
El caso es que tenía que cerrar joder cerrar no, tenía que dejar un capítulo diferente como página principal, ya que se ha dado a entender que después del octavo todos fallecimos víctimas de varios posibles villanos, y los directores y productores no hemos querido que fuera así (pruebe mi presencia etérea dicha negación). Algunos de los finales alternativos para nuestra presencia en Göttham City podrían haber sido los siguientes:



  • Después de un mes de julio lluvioso y más bien frío, C.S. (los entendidos sabrán) nos invita a su casa por segunda vez. Armados de arroz y cucharas de madera llegamos a Herberhausen dispuestos a superar la primera visita al palacio. Al abrir la puerta, la señora S. nos recibe con hilo musical y salsa a todo tren. Nos metemos por el culo las cucharas de madera y los sacos de arroz y somos obligados a bailar hasta la muerte, por inanición o por estrés salsero, nunca se llegó a un acuerdo.
  • Después de un mes de julio lluvioso y más bien frío, la compañía Jägermeister GmbH dirige contra nosotros una operación secreta a cargo de sicarios colombianos por hacer de Jägerfuss la primera marca en ventas de licores orujianos en Alemania. Más tarde se descubre que la señora Merkel, accionista de la compañía, avaló nuestra matanza, pero la llegada de Mariano Rajoy al poder el 20 de noviembre paraliza la investigación y aquí paz, y después gloria.
  • Después de un mes de julio lluvioso y más bien frío, Juan Torroba contrae un virus de herpes zoster en extrañas circunstancias. Inocentes, dejamos que prepare una de sus sabrosas lasañas de domingo a manos desnudas. "Qué rica!" decía una, "Cojonuda, Juan" espetaba el otro. Es ese el sabor intrépido de la muerte. Víctimas de la resaca continuada, la insalubridad y hacinamiento de ATW Keller 10/001 y la falta de tiempo para ir al Klinikum por motivos de agenda, fallecemos cuando la enfermedad ya es irreversible cada uno en su casa, y Alah en la de todos. Juan Torroba es el único superviviente. Abandona su carrera y se dedica de por vida a tallar figuras de madera con nuestra imagen.
Pero no nos convencía, había algo que no cuadraba en todo esto. ¿Qué hay de extender el mensaje? ¿De qué sirve pasar tanto tiempo haraganeando por el mundo si no puedes contarle a tus paisanos todo lo que has hecho y por qué lo tienen que hacer? Y vaya si nos sufrieron. Unos más que otros, pero en general el descenso de la nave se hizo paso a paso y tomando buenas dosis de paciencia, y de muchas cosas más. Lo que sucedió en realidad fue que durante el mes de julio, que fue lluvioso y más bien frío; la cama fue cualquier superficie, dura o blanda, verde o gris; pública o privada (o concertada). Las horas se rompían de tanto estirarse y el día era perpetuo. Hubo siempre tiempo para todo, porque si no había, se fabricaba mientras se cocía la pasta. Muchos flashes en mi cabeza, pero no me da la gana bajarlos ahora hasta aquí no tendría sentido, no es que pierdan la gracia, es que cada uno sabe a los que me refiero. Los hubo con todos y de todos los colores, sabores, sensores, olores y sonores. Dejamos aquella ciudad, que acabó siendo un pueblo, con el pabellón y la cabeza tan altos que no podíamos ni caminar rectos. Nos tatuamos ese espíritu a fuego durante la vuelta al sur. Y no es que se vaya a quedar, es que ha desviado nuestros caminos por rutas que casi nadie sospechaba. Sobrevivimos no, supervivimos. Hicimos cambiar ese medio ambiente para adecuarlo a nuestra necesidad (los seres humanos somos antinaturales por naturaleza) y cuando fue nuestro nos lo llevamos a mil sitios diferentes. Pasamos un verano que en realidad a algunos (o a muchos) nos falta (¿quizá antes también y ahora nos faltan dos?) torrados al sol de agosto y quemados de la fricción del aire al frenar, unos más trastornados que otros, unos más raros que otros. Unos más vivos que otros. Muchos saltamos del tren cogiendo un avión y fuimos cayendo en diferentes lugares. Unos más muertos que otros. Algunos íbamos tan rápido que tardamos meses en reconocernos en nuestras casas y en nuestra gente; hasta en nuestros espejos. Algunos volvimos a sitios que queríamos desfigurar antes de reconocerlos y de reconocernos dentro de ellos. Algunos cambiamos para seguir siendo los mismos. Algunas cosas se echaban de menos y para algunas otras hubieran pasado mil años antes que volver a quererlas cerca. Algunos estábamos demasiado ocupados en saber quiénes éramos ahora después de este porrazo en la cabeza. Pero todos volvimos, incluso los que se quedaron. Vivos, ¿sanos?, y dispuestos a seguir dando guerra. Digerimos las primeras comidas con extrañeza y gula. Y dimos paseos por lo que un día fue nuestro territorio, en el que había que dar con los codos para volver a estar.
Siempre hay cosas que se vuelven a ver con cierta ternura: como la universidad española. Ese compromiso con el trabajo bien hecho por parte de todos, esa cafetería con variedad de ácidos grasos saturados, ese profesor que te dice que la respuesta está en su libro... O como el sonido de la calle; la socarronería de los taxistas de ventanilla bajada, con gritos siempre en las fauces y manos en el claxon, ese saludo fascista desde un coche con jóvenes simpatizantes de Rajoy; ese momento en que te encuentras otra vez con una choni de lazo rosa y melena oxigenada, o aquel en el que la cajera del super mascadora de chicle te pregunta si quieres un bolígrafo solidario. Siempre hay cosas que hacer de verdad: como reengancharse a la gente que ha quedado y con la que vas recordando quién eras, y dónde estás; o como volver a ser estudiante... Digamos, pues, que cosicas, unas cuantas teníamos que hacer antes de saber que habíamos vuelto. Fue un trance, el más largo y extraño de la vida. 
Y ahora nos encontramos aquí. Algunos con una nueva habitación de cama de doble colchón (uno encima de otro, no penséis que soy un señorito) porque nos clavamos los muelles. Debajo un somier prefabricado con listones falsos de madera, y debajo muchas cajas, donde tengo un poco de todos vosotros. Una de esas cajas, como he dicho antes, era esta. ¿Qué hemos aprendido? que si te vas un año de tu país no hagas un blog pensando que vas a actualizar cada día, ni siquiera cada semana, ni cada mes, tu blog será ese lugar al que hablarle cuando te pique la nariz. Göttingeando es un fracaso en ese sentido, pero estoy orgulloso de él porque ha sido lo que tenía que ser, un sitio que se hacía cuando tenía que hacerse y gracias a todos los personajes que inspiraron a este su escribiente. Podría haber sido mucho más, pero, todos lo sabéis, me puede el sentido de la obligación (por eso nunca llegaré a presidente). 
No tendría sentido seguir escribiendo aquí, aunque no lo descarto, porque no me gusta descartar. Llevaré siempre a cuestas el espíritu de Göttham City, nuestra Göttham City, aquella en la que nadie más que el que lo haya sabido podrá estar. Todo lo que dijera sería poco (y en diciembre ya no me acuerdo de muchas cosas, coño). Vuelvo a meter esta caja abierta debajo de la cama, a criar polvo y a que se haga añeja. 

Saltamos del tren, pero seguimos en marcha.
Saltamos del tren, pero cogeremos muchos más.

Capítulo 8.- Las idas y venidas


¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos.
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
Sino seguir siempre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Peregrino, Luis Cernuda.


Dos días de sol seguidos, de ese que calienta y quema. Pero en junio sigue habiendo días de tormenta por aquí. Hoy no ha salido el sol en todo el día y el aire estaba húmedo. Siempre hay una tormenta que te recuerda lo insignificante que eres, hay que joderse.


Parece que se lleven el tiempo cada vez que pensamos en octubre, hace ya 8 meses que cambiamos de techo y nos mudamos a vivir debajo de una capa de nubes. Nevó, llovió y era siempre de noche. De repente los días no se acababan nunca y hacía calor. Pero siempre hay tormentas que te recuerdan que lo que hoy es día volverá a ser noche, y tú ya no estarás aquí para verlo otra vez. Tú, con toda tu circunstancia.


Un año, un ciclo completo de tiempos, luces y sombras, nubes y claros, vientos y calma. Suficiente tiempo para que pase algo dejando huella, pero demasiado poco para vivir de él. Suficiente tiempo para aprender que tienes mucho que aprender todavía. Demasiado poco para tenerlo todo.


Huele a final detrás de cada esquina, cuelga de cada conversación. 
Se evita porque asusta mirar allí un año después, desde lo lejos. ¿Demasiado tiempo? o ¿demasiado poco? 
Sería irresponsable no afrontar el final con o sin cabeza. El final indica sólo una fecha, hacia la cual hay que acelerarse, con el sol en la cara; nunca frenarse, ni prohibirse. 
Afrontar los finales como finales es absurdo. Hace que lo que haya terminado no haya tenido sentido. Los finales son puntos de partida, son momentos de cosecha de los que recoger frutos para el futuro, de tomar lo que está bien y aprender de lo que ha ido mal. Los finales dan estructura a la vida y encuadran el tiempo en etapas. Si se toman como finales nada habrá hecho falta y todo habrá sido en vano. 
A veces los mejores libros empiezan por el final.


Y mientras vamos y venimos. Y el sol sigue saliendo a las 4 de la mañana, indiferente ante todo. Vaya un cobarde cabrón escondido entre nubes. Y mientras ruedan las maletas cuesta arriba y cuesta abajo, llenando la ciudad de lágrimas de miedo ante lo que está por venir o de tristeza por lo que se ha dejado atrás. Vienen, y se van. Venimos, y nos vamos. Sólo hay que llenar el hueco entre la coma y la "y" tanto como sea posible. 




Y después venimos todos nosotros. Con nuestros más y nuestros menos. Con la maleta cargada de cambios y momentos. También tendremos que cruzar la línea entre este mundo y la vida anterior. Siempre andamos ciegos ante la incertidumbre, somos demasiado pequeños para seguir sin mirar atrás. 
Habrá que saber levantar el campamento para hacer que esto perdure para siempre y no se quede en algo demasiado perfecto para ser real.

No es demasiado tiempo. No es demasiado poco. El tiempo es siempre suficiente
Los segundos nos miran descarados al pasar. Que arda hasta el último de ellos.

Capítulo 7.- Berlin von Falkensteinstraße


"Sr. Kröter! Estoy por tierras nazistoides, y pienso que sería una pena no disfrutar de, al menos, una noche apoteósica en la intimidad de unas cerves de medio litro y unos hierbajos de la risa, si se tercia, for example. ¿Por qué no te vienes viernes o sábado? María y yo te esperamos con el frío entre los brazos. Di-nos, CHUSSS!!!"
Hace ya un tiempo recibí este mensaje en clave, viajó a través de los conductos de entrerred y llegó a mi caralibro ipso facto. Dicho y hecho, me embarqué en un mitfahrgelegencoche y tras conversaciones de trascendencia nula pero entretenidas con el mitfahrgelegenconductor, y tres horas de viaje por las autobahn llegué a la capital del Reino de la señora Merkel: Berlin.

Perro y Sans @ Alexanderplatz



La primera visita a Berlin fue fugaz, tras una noche de fiesta y viajes en tren. Aún así llegar a la Hauptbahnhof y ver esa enorme plaza desierta me dio una idea de lo que iba a ser la ciudad. Poco después me encontraba en la Puerta de Brandenburgo con una concentración festiva para celebrar el triunfo de Sebastian Vettel en el campeonato del mundo de F1, con RedBull quemando gomas a tope incluido. Reencuentros y bratwurst en Potsdamer Platz aparte, moría a cada paso que daba y no me quedó otra que emborracharme como un perro para sobrevivir y conocer la noche berlinesa. Craso error, caí al poco tiempo preso de mi alcoholismo, y los circuitos de mi memoria se borraron dejándome como un gorila borracho en un pub llamado Zapata; pidiendo un taxi para alcanzar un albergue al que no recuerdo llegar, pero que se encontraba a poco más de 300 metros.

Esta segunda visita, aunque breve fue más cercana a la ciudad y a los dos seres que en ese momento la poblaban: los autores del mensaje en clave, Perro y Sans.
Uno llega a la gran ciudad preguntándose muchas cosas. Aún recuerdo la primera vez que fui a Madrid desde mi pueblo: ¿cómo va a ser eso? y media hora después tenía un lago de luces amarillentas delante de mis ojos, que rodeaban todo lo que abarcaba mi vista. Impresiona, es la primera vez que te sientes realmente insignificante, pero a la vez atrapa; cuántos lugares nuevos que ver, cuántas esquinas que doblar, cuánta gente que ver pasar.
Ahora llegaba a Berlin desde una ciudad pequeña y me preguntaba algo parecido: ¿qué va a ser Berlin? Imaginaba anchas avenidas con restos de la guerra, imaginaba una ciudad aún dividida por la ideología y los muros. Es imposible pensar por primera vez en Berlin sin pensar en las columnas nazis desfilando por Unter den Linden ni en Kennedy ante el muro pronunciando su famosa frase "Ich bin ein Berliner!".
¿Qué es Berlin? Bueno, de entrada, es la capital más impredecible de Europa. Allá donde creas que una esquina se abrirá a una calle con bonitos edificios neoclásicos, habrá un callejón, y allá donde las vías del tranvía sugieran una calle empedrada, se abrirá una plaza.
Berlin es esa ciudad en la que los descampados se llaman parques y los parques se llaman jardines. Berlin es una ciudad en la que no existen los rascacielos, pero cuya torre de televisión de más de 300 metros sirve como epicentro para el perdido turista.

Fernsehturm
Ha sido el centro neurálgico de la más salvaje ideología del siglo XX, sometida y adornada con esvásticas por toda su geografía. Ha sido destruida por las bombas hasta los cimientos y reconstruida de la nada al poco tiempo. Ha sido después dividida, fragmentada en dos mitades por dos ideologías enfrentadas, siendo el ejemplo de la confrontación de los dos mundos; y ha sido reunificada y liberada por fin de batallas, resultando en una explosión de cultura y pensamiento libre.

Esto es lo que se ve desde Falckensteinstraße:
Berlin von der Falckensteinstraße, con casa con colorines y S-Bahn incluído

Es en Berlin donde una gran parte del suelo es aún un vacío entre edificios, una ciudad todavía en construcción, una ciudad que carece de unidad en su estilo y en su organización. 
Que nadie vaya a Berlin pensando que va a ir a Alemania. Berlin no es Alemania; Berlin es una contradicción. Es caos y tranquilidad; es desorden y amplitud; es desoladora y entrañable. 
No hay manera de visitar ni organizar Berlin al estilo de Paris, con una serie de distritos numerados en sentido horario desde el centro. Berlin no tiene centro. Es como si una explosión en el corazón de la ciudad hubiera mandado a cada punta del área urbana lo que uno tiene que visitar. No hay una referencia clara para el viajero como la Gran Vía en Madrid. Unter den Linden es sólo una avenida más. Pero la fragmentación de la ciudad hace que cada barrio tenga su atractivo diferencial.



Igual puedes cruzar el Spree por un puente de estilo soviético y aparecer en un mercado de artesanía que pasar por calles pintadas con graffiti y aparecer en un aeropuerto reconvertido en parque. Es Berlin una ciudad joven y de jóvenes. De todas las razas y colores. Una ciudad que obliga a crear. Una ciudad a la que parece que han agitado durante más de medio siglo para descorchar y sembrarlo todo de color, de arte urbano y de creatividad. Una explosión de libertad que la ha convertido probablemente en la ciudad más abierta del mundo.

Puente soviético sobre el río Spree



Rotes Rathaus (con verdaderas ratas) con la Fernsehturm de fondo

Paseamos por Kreuzberg, Friedrichshain, Schöneberg, Mitte... cada uno de su padre y de su madre, ciudades diferentes en un mismo puzzle. No hay nada más impresionante que atravesar las vallas de un aeropuerto que hasta hace pocos años seguía teniendo vuelos regulares, Tempelhof, y caminar por las pistas reutilizadas ahora para correr por ellas, para volar cometas o para lo que se le ocurra a cualquiera. Tal cual estaba, está. Llamado ahora Tempelhofpark, lo único que ha cambiado es el nombre. A un lado, la ciudad, y al otro, más ciudad, engullido por los edificios.

Tempelhof

Es posible visitar cervecerías en Berlin Este tal cual estaban antes de la caída del muro, con las sillas carcomidas por los años y batallas y paredes sembradas de recuerdos. Es un ambiente único. Y más si estás acompañado por un bosnio-alemán con historias que contar y dos seres como Perro y Sans.
Pasear por un "parque" es desolador. No hay árboles, sólo tibias sendas de grava entre las hierbas salvajes y construcciones aleatorias. Con una amplitud como no la tiene otra ciudad de Europa. 

Esto es un parque en Berlin

Las calles de Berlin huelen aún a pólvora, a Historia por cada rincón que pasas, es esa historia contemporánea que aún duele, no la Historia de un pasado imperial y voluptuoso. Es la Historia que nos ha hecho ser como somos hoy en día y de la que debemos aprender. Es una ciudad homenaje a la libertad y a la paz. Un monumento gigante contra la guerra.

Muchas más cosas se pueden encontrar en Berlin: una isla con la mayor concentración de museos de Europa; astronautas tan grandes como un edificio, iglesias a medio derruir, modernos centros como el Sony Center, edificios afilados como el que preside Potsdamerplatz o clásicos como el Bundestag. 
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Französisches Dom


Astronauta

Y qué mejor que acabar una visita a Berlin que con una conferencia de Garzón en un teatro hecho de madera, con una concentración de independentistas vascos a las puertas...

Visiten Berlin! Yo ya espero la siguiente!

Capítulo 5.- La nieve, el frío, la noche a las 4 de la tarde y la animación masiva

Windows Vista informa: 15ºC en Cuenca, 9ºC en Madrid y 5ºC en Göttingen. Y aunque parezca mentira hoy es el día más veraniego de este otoño-invierno alemán que llegó con toda su furia de nieves y hielos hace dos o tres semanas y creía aquí perpetuo por los siglos de los siglos.
Hablar del tiempo, como en un ascensor subiendo a un 6º piso con tu vecino el que no te da otro tema de conversación, puede sonar intrascendente; pero no a aquí en el norte.
En efecto, los cuerpecillos se hacen a todo. Hacía ya un tiempo que no conocíamos las temperaturas positivas y casi podíamos osar salir afuera en mangas de camisa. Todos nos asustamos cuando vimos que venían los -11ºC con su sensación térmica de -17ºC. Creímos que seríamos carne ultracongelada, alimento los unos de los otros en caso de quedarnos sin latas de conserva o sopas de sobre. Terror en las calles heladas de Göttham.
Iba yo feliz y contento, surcando las calles oscuras de Göttham tras comprar reservas  en REWE™, con la cesta de la bici llena cuando de repente noté un escalofrío que iba desde la punta de mi nariz hasta mis entrañas. Y luego otro en la mano, y otro en la cara. Y levanté la mirada, estaba nevando, de repente estaba nevando en silencio, y mucho. Nunca había visto nevar así. Nevaba organizado. No había viento, nada; el mínimo movimiento dejaba un rastro de lo que había pasado. La nieve caía en perfecto vertical. No caía, flotaba en vertical mientras las calles iban cambiando sus colores por el blanco nuclear más brillante. Los bordillos se suavizaban bajo la nieve, blanda, esponjosa y crujiente al pasar.

Obviamente la mayoría de la gente buceó en su armario para desenpolvar sus más aislantes ropajes. La calle empezó a parecer un tétrico anuncio de The North Face™ con toda la gente llevando un logotipo similar. Abultados abrigos, pelos en la capucha, jerseys impermeables para perros caminaban por encima de la nieve recién cuajada. Las mujercillas camuflaban su look pelo perfecto con amplios gorros de lana, caídos por detrás. Los hombrecillos calzaban botas diseñadas para cazar ciervos en la taiga canadiense, recubiertas de Goretex para dar seguridad invernal. Gorros con orejeras estilo Kremlin, impermeables que cubren el manillar de la bicicleta, pantalones de plástico, esquijamas y muchas más invenciones para sobrellevar el invierno. Estos alemanes se lo saben todo.
A mí me pilló de sorpresa. Aún estoy por encontrar una funda para proteger mis riñones de la adversidad. Pero ahora es cuando el señor Wolfskin hace su agosto, y nada sienta peor que gastarse 200€ de golpe estando en el extranjero. Porque claro, ¿quién coño se pone a pensar en comprarse un horno-abrigo cuando estamos a 40ºc a la sombra? desde luego yo, ni miro las ofertas previendo mi congelación. Me fundo como Mon Cherí con el calor del verano y sólo me concentro en mantener mi agua corporal en el interior sin hervir ni explotar.

Todas estas capas ayudan, pero lo más importante es el efecto placebo. ¿A qué me refiero? a usar otros compuestos para engañar al cerebro. Nada mejor que un humeante Glühwein en el Weihnachtsmarkt para paliar los vientos congelados. Después de tres vasitos el mundo parece diferente, las luces se traban, la temperatura no importa, la expresión facial se torna en una onomatopeya de la duquesa de alba... el mundo es más bonito con Glühwein. Eso sí, no sueltes tu vaso o perderás el pfand de cada día. Y no te hagas el remolón, si se enfría sabe a simple sangría de garrafa y pierde la gracia. 
Múltiples son las maneras de combinar este caldo para provocar un efecto placebo aún mayor: con ron, con azúcar...al gusto del consumidor y del grado de alcoholemia que quiera alcanzar. 
La gente se anima con el frío aquí. Pueden pasar dos cosas: o que todos se pongan muy contentos por eso de la nieve, qué bonito y tal; o que todos se pongan muy pedo antes de cruzar la línea que separa su casa de la fría calle. En muchas ocasiones pasa lo segundo, pero no está tan mal. La llegada del frío une a todo este pueblo en una comunión alcohólica y armónica de la que da gusto participar. Bacanales repletas de gente allá por donde vayas aunque el cielo se congele y nieve hielo, nada importa si se tiene a mano unos bebibles potentes, un sitio con música y unos colegas. Nada de "pffff... qué mal tiempo hace, me quedo en casa en pijama", eso aquí no vale. El mal tiempo es su forma de vida y lo viven a tope. 
Para participar de esa manera de existir  tienes que desplazarte. En bici, sí.
La pobrecica mía no está para muchos trotes, pero no me queda otra que arriesgar su vida, y con ella la mía sobre sus lomos. Puedes esforzarte en seguir las huellas de los coches sobre la nieve, puedes concentrarte al máximo en la velocidad y los ángulos de giro; pero no importa, siempre habrá un pequeño montículo, una placa de hielo, un bache oculto u otros ciclistas temerarios que harán que muerdas el polvo blanco. La mínima irregularidad hace que la rueda delantera cambie su posición respecto al eje del manillar y me la pegue. Los bordillos deben ser atacados estrictamente a 90º, nada de 80 o 75. De otra manera, hostión.

Por último, hablemos de la noche perpetua. Nos hemos acostumbrado ya a vivir sin la luz del Sol. Cada día atardece a las 4.00-4.30 y ya nada es asombroso. Pero los primeros días tras el cambio de hora era como una broma pesada. Los días son cortos, las noches, muy largas y más cuando hablamos de fin de semana, alegre y divertido. Esto no influye en la temperatura. En España acostumbramos a ver cómo refrescan las noches, cómo se hielan las calles en invierno; aquí la temperatura es prácticamente la misma, y más los días que hace mucho frío. Miras al Sol a la cara y piensas "¿eres real o te han pintado ahí?". No calienta, no pellizca ni siquiera, es como el mediodía en un paisaje marciano. Pero con olor a Bratwürst. Y parkings para bicicletas.

Y debido a que hoy es un día primaveral aquí, y que la nieve se está fundiendo (vuelve a haber hierba detrás de la ventana) me voy a celebrarlo con más energía del sábado noche, como si ayer no hubiéramos tenido suficiente. 
Hágase su volundad, señores.  Que ya llega la Navidad con toda su pegajosidad azucarada en forma de mazapanes y turrón, y de demasiada familia y protocolos. Improvisen antes de esos días que ya tienen el guión escrito. 
Disfruten del invierno, disfruten de que hace mal tiempo y déjense llevar.
Un saludo desde la resaca en Albrecht-Thaer-Weg.

Capítulo 4.- Götham Night Fever

Puede parecer irónico que intente relatar lo que es la impresionante Götham Night Fever un aburrido lunes 15 de noviembre en el que no disfruto de ella, pero es así. Si sales, no entras. Y si no entras, no escribes.
Muchos os preguntaréis qué hago aquí sentado hoy. El caso es que los lunes, por norma general, es día de descanso en Götham City. El fin de semana empieza mañana, martes por la noche. Aunque es un fin de semana un tanto raro, más que nada porque todos los días tengo clase a las 08.15 y casi non-stop hasta las 18.00, o más. Qué dura la vida del estudiante Erasmus, condenado a vagar errante de día cual muerto viviente desfogado de clase a curso de idiomas y de curso de idiomas al laboratorio para poder cumplir con su asignatura más larga, la de más créditos: la socialización en un ambiente extranjero.


La vida nocturna de Göttingen tiene truco. Pasear por las calles de los barrios de residencias de estudiantes resulta relajante. Te mojas si llueve, mucho. No hay ruidos, las farolas parecen decir "shhhhhhhh! hay gente durmiendo" con su luz oscura, el ambiente es lúgubre y el frío, el viento y el silencio hace las calles propicias para una noche de Tinieblas generalizada. De hecho esta iluminación busca más mantener la oscuridad a raya que bañar las calles de luz (como estamos acostumbrados en nuestra querida España). Por no hablar de los monumentos. La iglesia de St. Johannis es la más importante de Göttingen su iluminación consiste en unos pocos focos de luz blanca que consiguen que la iglesia no se borre del horizonte cuando cae el Sol. Castillo de Belmonte, Cuenca: en un pueblo de 2000 habitantes del centro de la Mancha, decenas de focos halógenos de alta potencia deslumbran el castillo con una luz amarilla que lo hace visible a 20 kilómetros de distancia.
Los dueños y señores de la noche en las calles de Göttingen son los erizos, que se dejan oír al raspar con sus puntiagudas siluetas los setos de los jardines. A primera vista, la ciudad tiene tanta vida como mi pueblo un día perdido de noviembre. Ingenuos aquellos que no miran más allá.
Bajemos en bicicleta al centro de Götham. Avanzamos por Kreuzbergring hasta Goßlerstraße, a la izquierda. Dejamos Bar-Racuda a la derecha y atravesamos Platz der Göttinger Sieben con el Zentralmensa al fondo, el ZHG y el campus central lleno de gente cuando el Sol está (o debiera estar) en el cielo. Nada más cruzar el semáforo de Weender Straße con Nikolausberger weg la ciudad empieza a renacer.
Estudiantes emborrachados surgen como setas detrás de cada esquina. Kebabs abiertos hasta las tantas, pizzerías de "toma tu comida, borrachodemierda, y vete", bares, yonkibares, pubs, locales subterráneos pseudoclandestinos que empiezan su jornada a las 7 de la mañana, garitos, clubs y una discoteca.
Cada día los sitios donde la gente va a emborracharse y a venderse (sexual o no sexualmente hablando) se reparten el grueso de la clientela a base de ofertas o fiestas interesantes. El miércoles de Thanner's (o bien Paulaner-Tag) es casi obligatorio para conseguir los créditos de los que antes hablaba. El martes de Bar-Racuda es una religión. Detallemos un poco qué se puede encontrar en cada lugar:


Bar-Racuda: un edificio sobrio con la inscripción "Akademische Burse" encima de la puerta principal no parece ser de lo más divertido si quieres salir a divertirte. La puerta está cerrada. Un telefonillo al lado para no se sabe muy bien qué. Marca el 998 y pulsa la campana. Baja las escaleras y pum. Jägermeister a 1€, la comunión de los Erasmus. La sangre de cristo para los pecadores. Mesas y sillas, zona de fumadores decorada con graffiti y sofases varios. Velas. Gritos de grupos de borrachos que no van a ir a clase mañana. Cerveza barata, buenrollismo y música bajita. Quien ha ido al Bar-Racuda y no se ha caído de su bici después aún no ha vivido Göttingen. Lo mismo para los que nunca se han olvidado de una parte o todo el camino de vuelta.


Thanner's: las calles de Alemania talladas en madera en un sitio con tantas cosas que ver que marea. Cada día una cerveza barata. Sitio de reunión prefiesta gorda. Hasta la bandera los miércoles. Música chula. Gentes de todas las razas y modelos se dan cita aquí. La jet set de Göttingen pasa aquí sus noches.


EinsB: musicón los findes. Las alemanas menean aquí sus pechotes como en ningún otro sitio. Desde Volare hasta Muse. Un sitio curioso y con truco para ganarse los 3€ de la entrada.


Vertigo: cada mes una fiesta Erasmus. La primera la estrené derrapando en el servicio y condenándome a llevar muletas durante una semana. No importó en el momento, el alcohol me llevaba y volví a la pista a cantar a los Killers. Quien no pilla cacho en Vertigo, o es asexual, o un mueble, o está demasiado borracho para darse cuenta de que quiere hacerlo. Riesgo de destrucción masiva de bicicletas a la salida. Peligro! ladrones de pitis en bolsos ajenos que dejan el resto del contenido intacto. Deja tu chaqueta en el guardarropa o te la robarán y tendrás que buscar otra más fea para reemplazarla. Aquí se ruedan escenas de El señor de los Anillos* cada vez que está abierto.


Savoy: el sitio más chic para la gente más posh de Göttingen. Tarjetita blanca para no pagar nada hasta la salida y que te dejes un riñón con el "baaaaahhh, ya lo pagaré al salir". Gente muy maquillada y plástica. Música muy del montón, de la masa, envasada al vacío para calentar al microondas. Restriegue, frote y refrote continuo de cebolletas. La típica discoteca para no pensar ni por un momento que a lo mejor en un sitio más barato te lo pasarías mil veces mejor.


Capo: garito/after de rastafaris y música reggae, electrónica y diferente. Chupitos gratis a cargo del rasta jefe. Cerillas gratis. Abierto hasta la hora de comer, si es que acabas con hambre.


JT Keller: máquinas de tabaco inutilizables y de ciencia ficción. Música chachi para gente guay. O sofá o pista. Frecuentado por autóctonos.


Tangente: pasillo de entrada sideral con Saturnos fluorescentes te reciben. Pompas de jabón caen del techo en la entrada. Fiestas de los 90, los 00 o de lo que sea con sala de fumadores equipada con una Supernintendo de serie y el MarioKart. Megapóster de las SpiceGirls la última vez. Pista con varios niveles para echar ojos a diestro y siniestro. Ni rastro de Erasmus.


Juzi: casa okupada y graffiteada a tope que hace las veces de garito de moda de vez en cuando. Tiene buena pinta.


Déjà vu: yonkibar de muertos y cuerpos inconscientes. Alcantarilla donde van a parar los cadáveres que deja la noche de Göttingen. Demasiado turbio para merecer una valoración. Huele a aliento de borracho recién levantado y desde luego hace honor a su nombre: crees que has estado allí antes, pero es raro, no lo sabes con seguridad.


Todos estos sitios tienen en común bastantes cosas. Götham es una ciudad pequeña en la que pasear por sus calles se convierte en un paseillo constante. Lo mismo pasa con la noche. Salir a un sitio o a otro implica encontrar a unos o a otros compañeros y es difícil acabar solo si de veras te apetece darte un homenaje. 
Otra de las cosas de la manera alemana de ver la vida es que la mismísima universidad cede sus instalaciones para la realización de macroeventos etílicos (con luces proyectadas al cielo y todo). La Zentrales Hörsaalgebäude (ZHG) se llena de gente con cada celebración. Reuniones de centenares de cuerpos andantes y danzantes con miles de watios de potencia hacen de esta la mayor sala de fiestas de la ciudad. Los alemanes se maquean a tope y buscan, olfatean el terreno hasta encontrar a sus presas. Los pobres Erasmusetes se sienten aquí pequeños y aturdidos entre tanta melena rubia y erres guturales. Se regalan desde sombreros de paja hasta PAQUETES DE TABACO enteros y verdaderos. Una locura impensable por latitudes más bajas donde la picaresca es la norma. Cuánto tienen que aprender...


Otras salas de fiestas más que recomendables son las entretenidas Robert-Koch Studentenwohnheim (RoKo) y Rosenbachweg (RBW), ambas pertenecen a residencias; con precios populares (50 céntimos el chupito en RoKo) y ambiente familiar donde puede uno divertirse mucho, desde jugando a las sillas como cuando éramos pequeños, pero sin serlo; hasta acabando en bolas sin importar por qué, o bebiendo sangría gratis en RBW. Siempre con preferencia sobre todo lo demás, por su carácter único e irrepetible. Las mejores noches del año pasarán en este tipo de lugares.


El tramo final de mi relato se lo dedicaré a los valientes, osados guerreros de la virilidad que hacen de cada noche un espectáculo único. Allá donde vayas, una hora antes del cierre; hordas de caballeros guiados por la testosterona dan lo mejor de sí para no irse de vacío a casa, o dejar vacía su cama. Sí, hablo del momento "no pienses y coge lo que puedas o mastúrbate mientras lloras por no haberlo hecho". No, no me refiero sólo a los tíos como los únicos guerreros de la noche, de hecho sólo unos pocos son los atrevidos señores de la guerra; pero son los más visibles. No se me tache de machista, ni de sexista, ni de marxista; nada más lejos de la realidad. Una parte de ellas participa también, por supuesto, en el bando cazador o bien en el de "dejo que me caces", pero en proporción las mujeres siempre tuvieron un sentido de la dignidad más fuerte con similares niveles de alcohol (en general...).
Hablo de aquell@s cuya voluntad es casi inquebrantable, pero que tras pasar toda la noche a la busca y captura de la "pieza más deseable" del local, rechazados una y otra vez, cebolleta refrotada en balde, se lanzan desesperados a la "Caza del orco" por cuestiones de horario. *Escenas propias de El señor de los Anillos en vivo y en directo, pero con actores del pueblo. Hablo de Légolas luchando por reducir a un Olifante. Hablo de cosas como las que se pueden ver en este enlace, o en éste, o en éste [minuto 1.58, conversación entre dos de ell@s comentando qué tal va la última hora de fiesta] (vídeos powered by Herr Torroba©). Momentos dignos de observar con detenimiento. Chicas rodeadas de repente (muchas de ellas Elfas y no orcas, aún resistentes en la fiesta) que no saben por donde escapar. Algunas caen, participan del juego. En otros casos las escenas son incluso tristes, pero tan entretenidas que hacen de esta parte de la Götham Night Fever una de las memorables. Choques culturales, barreras inexpugnables y cobras de lo más al límite.


Esto es todo por hoy. Mañana empieza el fin de semana en Göttingen y no quiero perdérmelo. 
Disfruten, hagan algo bonito. Recuerden momentos vividos, oren si creen y blasfemen si no lo hacen. Escriban una frase bonita o escuchen una canción que les haga pensar.
Queden ustedes tranquilos, camaradas. 


Capítulo 2 - La bici y el móvil



Vivir en Göttingen es una maravilla... si tienes bicicleta y móvil alemán.


La primera es indispensable para no acabar lesionado en todas y cada una de las articulaciones. Los primeros días caminábamos una media de 5 kilómetros, o más. Porque aquí no hay Metro, los buses no valen la pena y hay carriles bici por todos lados. Las distancias temporales se reducen drásticamente al cambiar las patas por las ruedas; de Albrecht-Thaer-Weg (en adelante ATW) al centro (en adelante Innenstadt) se consumen 20 valiosos minutos de nuestras miserables vidas mediante el uso de la locomoción bípeda, que se convierten en 5 minutos de mierda cuando nos montamos sobre las dos ruedas de la felicidad.
¿Dónde encontrar bicicletas en Göttingen? Fácil. Como es habitual, un día vas al mercado turco Al-Iman Markt (especializado en comida oriental y con verduras de temporada); te embobas mirando las ricas carnes pollunas, vacunas, patunas y demás del señor carnicero y éste te ofrece amablemente una bicicleta al terminar tu compra. 
Aturdidos, acompañamos al señor carnicero (bigote poblado y negro, cuerpo rechoncho y sonrisa amigable y árabe) a su depósito, es decir, a ver sus miles de bicicletas escondidas entre las bicicletas de los humildes súbditos de la señora Merkel en los cientos de parkings del distrito turco de Göttingen. Sí, escondidas. Sí, ha "tomado prestadas" las bicis. Sí, es ilegal. Pero barato; bueno, bonito y barato. Y a nosotros, pobre carne de Erasmuslandia, nos prima la pela. Et voilà. Tenemos bicis molonas por 50€. Conseguirlas legalmente nos hubiera costado 100 (menos al capullo de Juan, que le salió redondo en una tienda...).


El móvil es una historia más técnica. Elige una compañía de entre Vodafone, o-tel-o, T-Mobile, O2, etc. Elige una tarifa. Elige un móvil baratucho y simple y... firma decenas de papeles. En Alemania te hacen una factura hasta por una barra de pan. Controlan tus movimientos como las leonas controlan a las gacelas desde la distancia. Pero te dejan vivir en paz, te dicen "Unterschrieben Sie hier, bitte" (firme aquí, por favor); te dan las "Danke schön" y te despiden con una sonrisa y un "Tschüss!". Luego te dejan en paz. Así, si matas a alguien, sabrán que antes habías estado modificando tu tarifa de prepago y podrán hacer un perfil psicológico de los asesinos españoles en Niedersachsen. 
La activación del terminal para un aprendiz de alemán puede convertirse en un caos y desembocar en blasfemias. Así que yo, pedí que me lo hicieran allí. Accedieron amablemente tras poner ese gesto de corderillo manchego tan nuestro. Y ya está, tienes móvil. ¿Que conoces gente? ya tienes tu móvil alemán para no quedarte nunca sólo cuando no lo desees. Ya puedes quedar para tomar unas cervezas en el Nooner's (tras coger tu bici, claro) y empezar a vivir como una persona normal.


Otro día seguiremos con éste y otros muchos temas.


Hasta entonces, un abrazo!

Capítulo 1 - El emigrante

Odisea generalizada en el Aeropuerto de Barajas. Familiares y amigos se unen a las maletas para acompañarme como buen emigrante a su destino pateril convertido en aeronave tripulada. Casi no hay tiempo para preocuparse de nada más, son las 13.00 y no conviene fumar más pitis. Un último tubo de cerveza San Miguel en la cafetería, dos últimos tragos y de repente me veo sentado entre un ejecutivo alemán y un representante de Brother Ibérica ™, ambos trajeados, armados de sendos miniMacs blancos, con entradas en el cráneo por ambos lados de la cabeza, tan amplias que se han encontrado ya y ha tenido que entrar en acción la típica cortinilla de calvorota cincuentón venido a menos.
Es justo en ese momento cuando siento que me voy. Miro por última vez hasta dentro de tres meses el cielo celeste de Madrid, sus 25ºC, sus torres de Chamartín, el arco iris de la terminal 4, y siento que dejo de sostenerme en suelo español para habitar lugares más recónditos para nosotros.
Lejos queda ya el insomnio de la última noche, las infinitas despedidas, las preocupaciones, las dudas y todo lo demás: ya no importa. Entonces y solo entonces comprendes que eres un emigrante


Dos horas y media después atravesamos las nubes para tocar tierra en Frankfurt-am-Main; miré hacia el cielo y donde antes había azul ahora había grises nubarrones; qué digo, el cielo entero era una nube. La meseta castellana se convirtió en prados inmensos y nuestro idioma castellano se tornó en un extraño compendio de complicaciones fonético-morfo-sintácticas llamado Alemán. Bueeeno... Es lo que había elegido, así que pa'lante.


Dos horas de tren después una chica con botas de pelo blanco me estaba esperando en el andén de Göttingen. Iba acompañada de un chicarrón del norte de verdad. A dos metros sobre el suelo estaba su cabeza. Cargamos las maletas (40kg entre las dos) y ellos montaron felices en sus bicicletas. Yo me arrastré por el suelo mojado de Niedersachsen buscando un respiro.


Bombardeé a Lidia con cientos de preguntas, tantas que ni siquiera las recuerdo; ni, por tanto, las respuestas. Menos mal que somos vecinos, yo vivo en el edificio 10 de Albrecht-Thaer-Weg y ella en el 10b. 


Antes de caer rendido tuve una discusión filosófica conmigo mismo propia del Dr. Jekyll con Mr. Hyde; nuestro amado país nos da becas, pero no nos quiere. El extranjero aprovecha lo que España madura en su cantera. Y gratis. Nosotros andamos muy ocupados poniendo ladrillos, uno sobre otro, una y otra y otra vez.


Vocabulario alemán de hoy:


*Hauptbahnhoff: Estación principal de trenes
*Straße: calle
*Rauchen: fumar
*Innenstadt: centro de la ciudad
*Scheiße!: ¡Mierda!